"El absinthe volverá a conseguirse en Gran Bretaña después de una ausencia de ochenta años", decía el diario inglés The Guardian en 1998. "Una compañía británica acaba de suscribir un contrato de importación con una destilería checa después de descubrir que la bebida nunca fue formalmente prohibida en el país". Un artículo publicado casi al mismo tiempo por el Daily Telegraph confirmaba la noticia y manifestaba sorpresa: "No está prohibido y no tenemos la menor prueba de que alguna vez lo haya estado".
Desde hace dos años, diversos medios vienen anunciando el "renacimiento" del ajenjo, y no sólo en el Reino Unido. Un reciente número de la revista Newsweek habla del retorno de la bebida verde y cita el caso de un café de Seattle, decorado con viejas botellas (vacías) de absinthe.
La empresa encargada de importar y vender ajenjo en Gran Bretaña se llama Green Bohemia y fue fundada, entre otros, por un ex integrante del grupo de rock Jesus & Mary Chain. La destilería checa con la que trabaja Green Bohemia es una empresa familiar, a cuya cabeza está el octogenario Radomil Hill, cuyo padre empezó a producir ajenjo en los años veinte, en el pueblo de Jindrvuc Hradec, en la región de Bohemia. Ajeno a los vaivenes políticos (el régimen comunista prohibía el ajenjo y la República Checa volvió a legalizarlo), Hill nunca dejó de fabricar la bebida.
En realidad, el absinthe sigue siendo tolerado en países como Andorra, Portugal e incluso España. Uno de los últimos "artistas absintheurs", Ernest Hemingway, se hizo devoto del ajenjo español, a tal punto que el licor aparece mencionado en "Por quién doblan las campanas".
Es posible conseguir ajenjos de esos países por Internet, desde el Absenta Túnel español (70°) al Neto Costa portugués (57°); los precios van de 10 a 60 U$ e incluyen el envío a domicilio de la botella. "Aunque las leyes varían de país a país, no sabemos de nadie que haya sido castigado por haber hechos ingresar una o dos botellas del licor en países donde sigue prohibido", dicen los miembros de Green Bohemia. No obstante advierten que "en los Estados Unidos el límite suele ser de una botella por persona, según la ley de cada estado".
Según las actuales leyes suizas "no es ilegal beber absinthe, sino destilarlo, venderlo o transportarlo", dice Barnaby Conrad en su libro. Casi lo contrario ocurre en Francia. "Si bien está penalizado el consumo, nadie puede impedir la manufactura del licor, si es con el fin de exportarlo", explica Marie-Claude Delayahe, docente de biología molecular en la Universidad Piere et Marie Curie de París, y autora de cuatro libros sobre el ajenjo y otro sobre el pastís.
Delahaye también cree que el absinthe está volviendo. Un joven y talentoso novelista francés, Christophe Bataille, dio a conocer hace unos cinco años una novela titulada Absinthe, en la que se habla de una destilería hogareña, casi clandestina. La propia Delehaye edita, desde 1991, una revista trimestral dedicada a la féé verte; y en 1984 inauguró el Museo del Absinthe en el pueblo de Auvers-sur-Oise, el mismo adonde están enterrados Vincent Van Gogh y su hermano Teo.
Los defensores del absinthe parecen no atraverse a confesar que, en muchos casos, su hondo anhelo es la legalización de la fée verte. Saben que la empresa es muy difícil. Pero algunos han oído decir que, a fines de los ochenta, un grupo de políticos franceses llegó a hacer un tibio lobby para derogar la prohibición. Y otros saben de memoria lo que el polémico Aleister Crowley había escrito en The Green Godess, su libro sobre el ajenjo: "El prohibicionista debe de ser una persona sin un caracter moral, ya que no puede concebir a un hombre capaz de resistir las tentaciones".
No hay comentarios:
Publicar un comentario